La caída del 1,85% del PIB y un importante descenso de los ingresos por turismo no representa un precio muy alto a cambio de la libertad de expresión y de voto, tras 23 anos de un régimen cada vez más corrupto, presidido por Ben Ali.
La ayuda financiera internacional fue suficiente para ayudar a Túnez a atravesar un año turbulento, que vio cómo huelgas y absentismo en el sector público debilitaron en control del Estado y provocaron una grave caída en la producción de fosfatos, un sector exportador imprescindible para generar beneficios para el país.