Al tiempo que se aprobaban las resoluciones 1970 y 1973 del Consejo de Seguridad, el Embajador de Francia ante la ONU proclamaba, “el mundo está cambiando para bien”. Sus palabras reflejaban la profunda satisfacción de la diplomacia occidental por la labor negociadora que había llevado a que, por primera vez, la Responsabilidad de Proteger (RdP) figurase en una resolución que daría paso a una intervención militar internacional. La comunidad internacional actuaba así sin divisiones destacables ni sospechas de agendas ocultas. Dos días después, las grandes potencias y los países de la región intervenían unidos y con celeridad para frenar lo que parecía una matanza inminente en Bengasi. Todo apuntaba a que, tras las brechas que abrieron Kosovo e Irak, se creaba un precedente positivo para futuras intervenciones militares internacionales amparadas bajo el principio de la RdP.