A lo largo del último siglo y medio los árabes han alcanzado un nivel razonable de desarrollo cultural e intelectual. Han llevado a cabo guerras de liberación nacional y todavía luchan en lugares como Palestina. Han construido estados –o, mejor dicho, “estructuras de estado” modernas- que aún se mantienen en pie a pesar de haber sufrido sacudidas internas y externas, algunas de ellas de carácter violento. Han puesto en marcha transformaciones agrícolas, industriales y científicas que no difieren mucho de las que han llevado a cabo otras naciones. Aún así, tanto en el nivel pan-árabe como en el de cada país particular, no han conseguido construir naciones modernas, en cuanto significa constituirse en sociedades unidas, interactivas y cohesionadas cuyos miembros están conectados a través del vínculo de la ciudadanía, el deseo compartido de vivir juntos y la afirmación de la dignidad humana. Ello implica el reconocimiento de derechos básicos como la igualdad y la libertad política y de pensamiento como base para la participación activa y responsable en la comunidad nacional e internacional.