“Cuando nació mi Pena la alimenté con esmero y la custodié con amorosa ternura. Y mi Pena creció como todas las cosas vivientes, fuerte y bella y cargada de asombrosos deleites. Y nos amamos el uno al otro, mi Pena y yo, y amamos el mundo alrededor de nosotros; porque la Pena tenía un corazón amable y el mío era amable con ella.” En estas parábolas y poemas, Gibrán muestra que la cordura no es siempre tan buena como la pintan.
- Portada
- Créditos
- Dios
- Amigo mío
- El espantapájaros
- Las sonámbulas
- El perro sabio
- Los dos ermitaños
- Del dar y el recibir
- Los siete egos
- La guerra
- La zorra
- El rey sabio
- Ambición
- El nuevo placer
- El otro idioma
- La granada
- Las dos jaulas
- Las tres hormigas
- El sepulturero
- En la escalinata del templo
- La Ciudad Bendita
- El Dios Bueno y el Dios Malo
- Derrota
- La Noche y el Loco
- Rostros
- El Mar Mayor
- Crucificado
- El astrónomo
- El gran anhelo
- Dijo una mata de hierba
- El Ojo
- Los dos eruditos
- Cuando nació mi Tristeza
- Y cuando nació mi Alegría…
- El mundo perfecto
- Sobre el autor